jueves, 7 de enero de 2010

Texto perdido

Comencé a recordar mis vivencias, mis curiosas anécdotas para retratarlas en este arruinado muro.

Recuerdo un día de septiembre en vísperas de las fiestas patrias cerca del año 1977 ó 1978. Estaba en mi casa, era hermosa, fraternal, acogedora, todo lo que yo necesitaba estaba en ella, todo lo que me dejaba vivir en serenidad y con amor. La convivencia con mis hijos y mi mujer era la mejor, la verdad es que ¡lo tenía todo! amor, respeto, tranquilidad, estabilidad y mi hermosa familia. Fuimos siempre muy unidos, recuerdo el día en que Pablo se trizó los huesos del fémur, ¿parece insignificante verdad? dejábamos todo de lado, no importaba mucho las consecuencias, debíamos estar acompañando a Pablito. Retomando lo dicho al comenzar este párrafo, el ambiente de fiesta se sentía en el aire, se respiraba y por el sudor se volvía a liberar. Mi lindo hogar estaba copado de personas, todos felices, riendo y saltando de alegría, bebiendo un buen vino y comiendo unas carnes a la parrilla de esas como en el sur, son exquisitas.
Unos días ya pasadas las fiestas patrias comencé a sentirme solo, todos los invitados se devolvían a sus hogares. Es cierto que aún estaba con mi familia pero queda un vacío tremendo, la rutina me aburre.
El Carlos me invitó a un bar, me dijo que lo pasaríamos muy bien y que mi estado anímico mejoraría un montón. Comenzamos a beber, conversamos de la vida, de amores pasados y desamores del presente, conversamos de todo. El vino estaba muy bueno, era de esos caros, que dicen que guardan por años para obtener una mejor calidad. Bebimos bastante, ya ni recordaba que me sentía solo ni nada de eso.
Le tomé el gustito a esto de quitar las penas con el vino o con el licor que fuera, me gustaba beber, solo o acompañado. Me sentía bien, tranquilo y alegre.
Pasó el tiempo y seguía en lo mismo, tuve algunos problemas con la vieja por esto de olvidar mi soledad, pero qué importa si yo me sentía bien y le daba el dinero que le debía dar. A los chiquillos los veía tranquilos, estaban preocupados de sus estudios, yo cumplía con darles el dinero para estudiar y para cualquier cosa que llegaran a necesitar. Yo estaba bien.
Mi mujer me pidió que me fuera de la casa, los niños estaban con depresión y ella también, pero no le creí, nunca la vi llorar.
Ni un familiar me aceptó, ¡nadie! Estaba solo en la calle sin tener algún lugar donde ir. El vino si me aceptó, y he convivido con él por mucho tiempo, no me quiere abandonar y yo tampoco a él.
Acá estoy, vagando por la ciudad, tratando de encontrar al maldito Carlos!

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